martes, 2 de octubre de 2012

Circuito Btt - Crónica Casas Ibáñez.

Casas Ibáñez desde uno de los puntos del recorrido
El Circuito Btt prosigue su curso, y en el día de ayer tocaría una de las marchas míticas del calendario, la llamada “Ironmanchuela” de Casas Ibáñez.
Tras las lluvias de los últimos días, las previsiones para el domingo eran favorables, y así amaneció el día, soleado y con temperaturas suaves, lo cual, junto con el terreno húmedo y compactado, hacía presagiar otra gran mañana de Btt en contacto con el incomparable marco natural de las Hoces del Río Cabriel, a su paso por la citada localidad.
Junto con el ambiente apacible que comentaba, también tuvimos la oportunidad de presenciar el merecido homenaje que desde los organizadores de Casas Ibáñez se quiso hacer a nuestro compañero y amigo Kiko de Hellín, compañero y amigo de todos los que participamos cada domingo en el Circuito Btt, cuya compañía y ánimos es ya algo habitual para todos, y que en el día de ayer tuvo el honor de ser él quien diera el pistoletazo de salida, desde aquí nuestra enhorabuena.
Nuestro amigo Kiko dando el pistoletazo de salida
Así pues, a las 9h30´en punto se da la salida a los casi 400 participantes, los primeros dos kilómetros, hasta la salida de Casas Ibáñez, son neutralizados, para empezar poco después con la salida lanzada, iniciándose enseguida la primera subida de la mañana, a las antenas del Cerro.
Ésta subida discurre por camino estrecho pero con buen firme, enseguida, mucho antes de lo esperado para muchos de los que no conocíamos esta zona, nos encontramos con las primeras pendientes de cierta entidad, las cuales se alternan con algún que otro descanso en su primera parte, hasta llegar a su parte final, donde afrontamos un duro tramo que nos exige un puntito extra de esfuerzo y tensión, ya que éste transita por encima de la propia roca viva del monte al descubierto. Por tanto, ésta primera subida, aunque corta, se hace a un ritmo máximo y explosivo, propiciando, ya desde el inicio, que la prueba se rompa y fragmente, y que enseguida se formen los habituales grupos de participantes, siendo éstos más o menos numerosos.
Fco Javier en el descenso de las antenas
Ponemos rumbo de regreso a la zona de salida, realizando un rápido y, por momentos, técnico descenso del citado cerro, para continuar a continuación por caminos y pistas anchas, para que una vez llegados de nuevo al punto de partida, dirigirnos hacia la zona que será el gran atractivo de la ruta, y hacia la cual todos deseamos ir, las Hoces del Cabriel.
Llegados, por tanto, de nuevo a Casas Ibáñez, continuamos por caminos y pistas, terreno rápido y rodador por el que transitamos durante otros 5 kilómetros más. Es el momento de las típicas persecuciones entre los distintos grupos que se han formado kilómetros atrás, en la primera subida descrita con anterioridad. Estos grupos, en los que vamos insertados cada uno de nosotros, tratan de coger ritmo y mantener una velocidad viva, mirando siempre al frente, se trata de cazar al grupo que se lleva justo delante. En el mejor de los casos la generosidad y el entendimiento de algunos hace posible éste hecho, en otros casos el ritmo es rácano o irregular, se sabe o intuye que el terreno duro y selectivo está por llegar, se economizan fuerzas, ya que donde éstas van más justas nadie quiere gastar lo que luego sabe que puede necesitar. Pero el pedaleo, más vivo o más cansino en ningún caso se detiene, continuamos firmes nuestra andadura y casi de repente y sin avisar, llegamos al borde de las Hoces. Ante nuestros ojos se abre un paisaje bello, hasta donde se puede ver el terreno es montañoso, quebrado e irregular, simplemente espectacular.
Participantes en uno de los grupos
Afrontamos desde éste mismo instante un descenso rápido, en algunos casos fulgurante, es como si se hubiese abierto de repente la caja de los truenos, la concentración vuelve a ser máxima, la velocidad alta, nos obliga a estar centrados en cada detalle del camino, en cada frenada y en cada trazada. Tras otros 5 kilómetros en ésta dinámica, la velocidad disminuye, pero la concentración, si cabe, todavía aumenta, nos metemos de lleno en la senda que nos dará acceso al río, ésta es una auténtica gozada, no dispone de una alta dificultad técnica, pero el terreno, compacto y húmedo en algunos tramos, se vuelve pegajoso y resbaladizo, por tanto algo traicionero, en otros, precisamente en las zonas de mayor dificultad. La suavidad y el tacto con el que trazamos y acariciamos nuestros frenos es clave para ir a la velocidad que se adecue a nuestra propia habilidad, y en encontrar ese fino equilibrio, esa delgada línea que nos separa de bajarnos de la bici o seguir montados sobre ella.
Vista panorámica de las hoces del Cabriel
De forma más o menos ortodoxa, logramos nuestro objetivo, llegamos a la orilla del río y lo bordeamos por un bonito camino, que serpentea a la orilla del Cabriel. La vegetación arbolea en éste tramo es abundante, el camino se encuentra “encerrado” entre la vegetación y el río, el sol a penas se cuela y llega hasta el camino, el ambiente es fresco y húmedo, pero nuestras piernas vuelven poco a poco a calentarse y coger ritmo, se desentumecen y estiran nuestros músculos, a ello ayudan los pequeños y sucesivos repechos que nos vamos encontrando por el camino, hasta que de nuevo nos inmiscuimos en otra senda, la cual nos lleva a continuar bordeando el río, tan cerca de él, que se intuye el agua a penas a unos metros, centímetros de nuestro cuerpo y nuestras ruedas. Ésta senda es llana pero revirada, transitable y ciclable, pero nos sigue exigiendo destreza y precisión, a la vez que nos permite seguir disfrutando de cada metro del recorrido.
Octavio en plena ruta
Concluida ésta senda, volvemos a un camino similar al anterior, seguimos bordeando el río, el terreno sigue siendo quebradizo pero ligeramente favorable, donde se sigue rodando a buen ritmo, pero donde también quien más y quien menos, aprovecha para relajar un poco el cuerpo y prepararlo para la parte final de la ruta, la que nos hará dejar de nuevo atrás el río. Así llegamos al kilómetro 27 aproximadamente, y afrontamos las primeras rampas de lo que será nuestra mayor subida del día. Por delante 10 duros kilómetros, con dos tramos realmente exigentes, el primero y el último, que nos harán pasar de los 380 metros a la orilla del río, hasta los 710 a los que se encuentran los metros finales de la subida al Pinar.
Esta subida final empieza sin medias tintas, afrontamos las primeras rampas por camino pedregoso, no muy suelto por las lluvias, pero si algo resbaladizo y pesado, que acrecienta nuestra exigencia y nuestro esfuerzo. Porcentajes de doble dígito nos acompañan en cada pedalada, toca subir piñones, tirar de riñones y altos desarrollos, no atosigar en exceso las piernas, coger ritmo, ese ritmo que nos permita superar la pendiente con relativa fuerza y ligereza, y a la vez nos permita un esfuerzo sostenido y mantenido.
Antonio superando una de las subidas
Se va dejando atrás el río, y con él también los alardes del inicio de la ruta, ahora dejan de tener importancia los grupos, nos centramos cada vez más en nosotros mismos, en coger nuestro ritmo, en coger sensaciones, superando paso a paso, metro a metro, este primer tramo duro y exigente de nuestra escalada.
Así, con esfuerzo y entrega, superamos ésta primera parte de la subida, llegamos al segundo avituallamiento, marcha el kilómetro 34 de la prueba, nos lanzamos ahora en un ligero pero pronunciado descenso, pero éste dura poco y enseguida nos desviamos a la izquierda y afrontamos la parte final de la subida, a través de camino-senda, técnico y roto por los surcos de agua.
Ésta parte final resulta especialmente bonita y dura, si levantamos la mirada y la sacamos ligeramente de la particular visión de túnel que caracteriza éstas lindes, se puede ver, en lo alto, donde concluye la subida. El final se antoja lejano, se puede ver como el camino serpentea en la montaña, hace como terrazas entre el terreno quebrado y escarpado, y entre todo este maravilloso escenario se agolpa también el público, numeroso y generoso, que nos espera.
Diego en la subida final
En la línea de las rampas que nos encontramos a la salida del río, ahora, de nuevo la subida vuelve a ser exigente, quizás más dura, seguimos pedaleando con esfuerzo e ímpetu, pero con medida, el terreno es una gozada, pero sigue pesado y algo resbaladizo, los porcentajes se mantienen altos, incluso aumentan, y es en estos momentos de esfuerzo, donde cada uno de nosotros, en nuestra individual y particular historia, nos volvemos protagonistas anónimos de los valores que hacen grande éste deporte; esfuerzo, voluntad y entrega. Cierta épica nos acompaña a cada uno de nosotros en nuestro ímpetu y pedaleo, del cual nos valemos para llegar más alto, el público, abundante y, como decía, generoso, nos anima, disfrutamos tanto como sufrimos en éstos últimos metros, pero el final está cerca y se intuye, hasta que llegamos arriba.
Concluida la subida al Pinar, bonita y bella donde las haya, giramos hacia la derecha y podemos ver, al fondo, la silueta de Casas Ibáñez marcada en el horizonte, caminos ligeramente descendentes nos acompañan en estos últimos 5 kilómetros de ruta, que nos permiten disfrutar de los últimos metros y que, contentos y orgullosos, nos hacen llegar a meta.

Felicitar a Eduardo Parreño y a toda la gente de Casas Ibáñez por la ruta, el esfuerzo organizativo, la fotos…y por todo el trabajo bien hecho que hubo detrás de cada detalle del evento, enhorabuena a todos. 

Nuestros resultados detallados fueron los los siguientes:
- Antonio Tora, 1h39´10´´     6ºGral-3ºM30.
- Octavio Paya, 1h41´58´´     12ºGral-4ºM35.
- Diego Vazquez, 1h45´11´´     21ºGral-2ºM45.
- José I. García, 1h45´42´´     28ºGral-7ºM35.
- Miguel García, 1h47´59´´     33ºGral-9ºM35.
- Alfonso García, 1h53´28´´     63ºGral-16ºM35.
- Francisco J. Munuera, 1h55´46´´     75ºGral-10ºElite.
- Juan A. Fernández, 2h04´14´´     136ºGral-23ºElite.
- Lourdes González, 3h03´56´´     359ºGral-3ªM40.   

Podio de Diego Vazquez en M-45

No hay comentarios:

Publicar un comentario