Casas Ibáñez desde uno de los puntos del recorrido |
Tras las lluvias de los últimos días, las previsiones para
el domingo eran favorables, y así amaneció el día, soleado y con temperaturas
suaves, lo cual, junto con el terreno húmedo y compactado, hacía presagiar otra
gran mañana de Btt en contacto con el incomparable marco natural de las Hoces
del Río Cabriel, a su paso por la citada localidad.
Junto con el ambiente apacible que comentaba, también
tuvimos la oportunidad de presenciar el merecido homenaje que desde los
organizadores de Casas Ibáñez se quiso hacer a nuestro compañero y amigo Kiko
de Hellín, compañero y amigo de todos los que participamos cada domingo en el
Circuito Btt, cuya compañía y ánimos es ya algo habitual para todos, y que en
el día de ayer tuvo el honor de ser él quien diera el pistoletazo de salida,
desde aquí nuestra enhorabuena.
Nuestro amigo Kiko dando el pistoletazo de salida |
Ésta subida discurre por camino estrecho pero con buen
firme, enseguida, mucho antes de lo esperado para muchos de los que no
conocíamos esta zona, nos encontramos con las primeras pendientes de cierta
entidad, las cuales se alternan con algún que otro descanso en su primera parte,
hasta llegar a su parte final, donde afrontamos un duro tramo que nos exige un
puntito extra de esfuerzo y tensión, ya que éste transita por encima de la
propia roca viva del monte al descubierto. Por tanto, ésta primera subida,
aunque corta, se hace a un ritmo máximo y explosivo, propiciando, ya desde el
inicio, que la prueba se rompa y fragmente, y que enseguida se formen los habituales
grupos de participantes, siendo éstos más o menos numerosos.
Fco Javier en el descenso de las antenas |
Ponemos rumbo de regreso a la zona de salida, realizando un
rápido y, por momentos, técnico descenso del citado cerro, para continuar a
continuación por caminos y pistas anchas, para que una vez llegados de nuevo al
punto de partida, dirigirnos hacia la zona que será el gran atractivo de la
ruta, y hacia la cual todos deseamos ir, las Hoces del Cabriel.
Llegados, por tanto, de nuevo a Casas Ibáñez, continuamos
por caminos y pistas, terreno rápido y rodador por el que transitamos durante
otros 5 kilómetros más. Es el momento de las típicas persecuciones entre los
distintos grupos que se han formado kilómetros atrás, en la primera subida
descrita con anterioridad. Estos grupos, en los que vamos insertados cada uno
de nosotros, tratan de coger ritmo y mantener una velocidad viva, mirando
siempre al frente, se trata de cazar al grupo que se lleva justo delante. En el
mejor de los casos la generosidad y el entendimiento de algunos hace posible
éste hecho, en otros casos el ritmo es rácano o irregular, se sabe o intuye que
el terreno duro y selectivo está por llegar, se economizan fuerzas, ya que donde éstas van más justas nadie quiere gastar lo que luego sabe que puede
necesitar. Pero el pedaleo, más vivo o más cansino en ningún caso se detiene,
continuamos firmes nuestra andadura y casi de repente y sin avisar, llegamos al
borde de las Hoces. Ante nuestros ojos se abre un paisaje bello, hasta donde se
puede ver el terreno es montañoso, quebrado e irregular, simplemente espectacular.
Participantes en uno de los grupos |
Afrontamos desde éste mismo instante un descenso rápido, en
algunos casos fulgurante, es como si se hubiese abierto de repente la caja de
los truenos, la concentración vuelve a ser máxima, la velocidad alta, nos
obliga a estar centrados en cada detalle del camino, en cada frenada y en cada
trazada. Tras otros 5 kilómetros en ésta dinámica, la velocidad disminuye, pero
la concentración, si cabe, todavía aumenta, nos metemos de lleno en la senda
que nos dará acceso al río, ésta es una auténtica gozada, no dispone de una
alta dificultad técnica, pero el terreno, compacto y húmedo en algunos tramos,
se vuelve pegajoso y resbaladizo, por tanto algo traicionero, en otros,
precisamente en las zonas de mayor dificultad. La suavidad y el tacto con el
que trazamos y acariciamos nuestros frenos es clave para ir a la velocidad que
se adecue a nuestra propia habilidad, y en encontrar ese fino equilibrio, esa
delgada línea que nos separa de bajarnos de la bici o seguir montados sobre
ella.
Vista panorámica de las hoces del Cabriel |
De forma más o menos ortodoxa, logramos nuestro objetivo,
llegamos a la orilla del río y lo bordeamos por un bonito camino, que serpentea
a la orilla del Cabriel. La vegetación arbolea en éste tramo es abundante, el
camino se encuentra “encerrado” entre la vegetación y el río, el sol a penas se
cuela y llega hasta el camino, el ambiente es fresco y húmedo, pero nuestras
piernas vuelven poco a poco a calentarse y coger ritmo, se desentumecen y
estiran nuestros músculos, a ello ayudan los pequeños y sucesivos repechos que
nos vamos encontrando por el camino, hasta que de nuevo nos inmiscuimos en otra
senda, la cual nos lleva a continuar bordeando el río, tan cerca de él, que se
intuye el agua a penas a unos metros, centímetros de nuestro cuerpo y nuestras
ruedas. Ésta senda es llana pero revirada, transitable y ciclable, pero nos
sigue exigiendo destreza y precisión, a la vez que nos permite seguir disfrutando
de cada metro del recorrido.
Octavio en plena ruta |
Concluida ésta senda, volvemos a un camino similar al
anterior, seguimos bordeando el río, el terreno sigue siendo quebradizo pero
ligeramente favorable, donde se sigue rodando a buen ritmo, pero donde también
quien más y quien menos, aprovecha para relajar un poco el cuerpo y prepararlo
para la parte final de la ruta, la que nos hará dejar de nuevo atrás el río. Así llegamos al kilómetro 27 aproximadamente, y afrontamos
las primeras rampas de lo que será nuestra mayor subida del día. Por delante 10
duros kilómetros, con dos tramos realmente exigentes, el primero y el último, que nos harán pasar de
los 380 metros a la orilla del río, hasta los 710 a los que se encuentran los metros
finales de la subida al Pinar.
Esta subida final empieza sin medias tintas, afrontamos las
primeras rampas por camino pedregoso, no muy suelto por las lluvias, pero si
algo resbaladizo y pesado, que acrecienta nuestra exigencia y nuestro esfuerzo.
Porcentajes de doble dígito nos acompañan en cada pedalada, toca subir piñones,
tirar de riñones y altos desarrollos, no atosigar en exceso las piernas, coger ritmo, ese
ritmo que nos permita superar la pendiente con relativa fuerza y ligereza, y a
la vez nos permita un esfuerzo sostenido y mantenido.
Antonio superando una de las subidas |
Se va dejando atrás el río, y con él también los alardes del
inicio de la ruta, ahora dejan de tener importancia los grupos, nos centramos
cada vez más en nosotros mismos, en coger nuestro ritmo, en coger sensaciones,
superando paso a paso, metro a metro, este primer tramo duro y exigente de
nuestra escalada.
Así, con esfuerzo y entrega, superamos ésta primera parte de
la subida, llegamos al segundo avituallamiento, marcha el kilómetro 34 de la
prueba, nos lanzamos ahora en un ligero pero pronunciado descenso, pero éste
dura poco y enseguida nos desviamos a la izquierda y afrontamos la parte final
de la subida, a través de camino-senda, técnico y roto por los surcos de agua.
Ésta parte final resulta especialmente bonita y dura, si
levantamos la mirada y la sacamos ligeramente de la particular visión de túnel
que caracteriza éstas lindes, se puede ver, en lo alto, donde concluye la
subida. El final se antoja lejano, se puede ver como el camino serpentea en la montaña, hace como
terrazas entre el terreno quebrado y escarpado, y entre todo este maravilloso escenario se agolpa
también el público, numeroso y generoso, que nos espera.
Diego en la subida final |
En la línea de las rampas que nos encontramos a la salida
del río, ahora, de nuevo la subida vuelve a ser exigente, quizás más dura, seguimos
pedaleando con esfuerzo e ímpetu, pero con medida, el terreno es una gozada,
pero sigue pesado y algo resbaladizo, los porcentajes se mantienen altos,
incluso aumentan, y es en estos momentos de esfuerzo, donde cada uno de
nosotros, en nuestra individual y particular historia, nos volvemos
protagonistas anónimos de los valores que hacen grande éste deporte; esfuerzo,
voluntad y entrega. Cierta épica nos acompaña a cada uno de nosotros en nuestro
ímpetu y pedaleo, del cual nos valemos para llegar más alto, el público, abundante
y, como decía, generoso, nos anima, disfrutamos tanto como sufrimos en éstos
últimos metros, pero el final está cerca y se intuye, hasta que llegamos arriba.
Concluida la subida al Pinar, bonita y bella donde las haya,
giramos hacia la derecha y podemos ver, al fondo, la silueta de Casas Ibáñez
marcada en el horizonte, caminos ligeramente descendentes nos acompañan en estos
últimos 5 kilómetros de ruta, que nos permiten disfrutar de los últimos metros
y que, contentos y orgullosos, nos hacen llegar a meta.
Felicitar a Eduardo Parreño y a toda la gente de Casas
Ibáñez por la ruta, el esfuerzo organizativo, la fotos…y por todo el trabajo
bien hecho que hubo detrás de cada detalle del evento, enhorabuena a todos.
- Antonio Tora, 1h39´10´´ 6ºGral-3ºM30.
- Octavio Paya, 1h41´58´´ 12ºGral-4ºM35.
- Diego Vazquez, 1h45´11´´ 21ºGral-2ºM45.
- José I. García, 1h45´42´´ 28ºGral-7ºM35.
- Miguel García, 1h47´59´´ 33ºGral-9ºM35.
- Alfonso García, 1h53´28´´ 63ºGral-16ºM35.
- Francisco J. Munuera, 1h55´46´´ 75ºGral-10ºElite.
- Juan A. Fernández, 2h04´14´´ 136ºGral-23ºElite.
- Lourdes González, 3h03´56´´ 359ºGral-3ªM40.
Podio de Diego Vazquez en M-45 |
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